En la clase del parvulario de la que es tutora Momoko hay un niño muy problemático, Chikara, del que los otros niños y niñas no paran de quejarse. Chikara se dedica a arrancar los dibujos que están colgados en las paredes de la clase y se comporta de manera violenta, arañando a uno de sus compañeros e incluso amenazando a otro con arrancarle la piel. Chikara tiene un aspecto siniestro, careciendo de pelo y teniendo la piel agrietada.

Ante el mal comportamiento de Chikara, Momoko decide ir a su casa a hablar con su madre. Allí se encuentra con que el papel pintado de las paredes presenta signos de haber sido arrancado con las manos. Cuando Momoko habla con la madre de Chikara, no le parece que ésta no le de cariño, como Momoko había pensado en un inicio, pero algo de la madre le resultaba abrumadoramente extraño, dándole la sensación que la expresión de su cara no cambiaba mientras hablaban.