El mangaka Shigeru Mizuki nos ofrece un relato basado en su propia experiencia en el ejército japonés durante la segunda guerra mundial, cuando fue destinado a Nueva Britania, una isla de Papua Nueva Guinea.

Los soldados eran obligados a hacer trabajos forzados para preparar el campamento y para cavar las trincheras mientras solo recibían una ración de arroz diaria, mientras que los soldados estadounidenses disponían de latas de conservas y hasta de chocolate. Al menor atisbo de réplica o de pararse a descansar, los oficiales respondían golpeando a los soldados. Y mientras, algunos soldados iban sucumbiendo a las enfermedades o a las bestias salvajes antes de poder entablar combate con el ejército estadounidense.

Cuando el ejército japones entra en desventaja, el comandante ordena llevar a cabo el gyokusai, que consiste en una ofensiva en la cual todos los atacantes deben morir, buscando una muerte digna en combate. El desobedecer la orden de participar en el gyokusai o sobrevivir a la operación se castigan con la ejecución. Uno de los capitanes se opone y propone realizar una lucha de guerrillas, lo que permitiría al ejército japonés luchar uno o dos años más, pero el comandante se opone ante el riesgo de que los soldados mueran como perros debido a las enfermedades y está obsesionado en que mueran con dignidad realizando un ataque sin ningún valor estratégico.

Los soldados acaban dudando sobre la utilidad de sus operaciones en un lugar tan alejado de Japón para proteger su país, mientras éste está siendo bombardeado, y sobre el no poder dejarse capturar como prisioneros, que contrasta con lo que hacen en los ejércitos de los demás países.